
Hoy al espejo le dio por contarme cuentos.
Cuentos que se parecen tanto a otros cuentos que ya había escuchado antes, pero con personajes diferentes.
Cuentos con olor a nostalgia y a esperanza. A sueños y a derrotas. A sudor y frío.
Cuentos sin moraleja, sin antagonistas, sin tres actos. Con pasión, con motivación, con ciego abandono.
Cuentos que saben a sexo húmedo, a piel sensible, a lágrimas secas.
Cuentos de superhéroes y cicatrices infantiles. De bufones y curiosidades adolescentes. De villanos y destrozos madurados.
Cuentos que se sienten en la piel como un beso profundo, como una caricia suave, como una mano pegada a otro cuerpo del que no se puede despegar.
Cuentos mutantes, cambiantes, moldeables. Épicas fársicas. Tragedias épicas. Farsas trágicas.
Cuentos con imágenes de siluetas desnudas, de ojos que brillan, de sonrisas que salvan.
Cuentos que cambian vidas, que rompen cimientos, que se vuelven, una y otra vez, escándalos.
Cuentos que escuché atento, soñando sin dormir, hasta que el silencio llegó. Y ahí, en mi reflejo, encontré la huella de tu paso por mi casa.
Gracias espejo, por tan maravilloso sueño.
Suerte y hasta pronto.
Francisco Espinosa.