lunes, 2 de mayo de 2011

EL MONSTRUO.

Lo calculas, lo planeas. Sales a tiempo para llegar a casa y dormir tus 8 horas. Si el transporte público te sonríe, quizá un poco más.

Pero no, el tráfico no sólo no te sonríe sino que te roba media hora. Al cerrar la puerta te das cuenta que el hambre o las ganas de ir al baño (o ambas) no son tan controlables como creías y tienes que dedicarle tiempo. De pronto ya sólo tienes 6 horas. No importa, no es tan poco. Quizá sientas que necesitas relajarte, que tu cabeza vibra, que el espíritu requiere dejarse un poco libre. Tal vez algo de tele, una lectura, alguna página de Internet. Para cuando te das cuenta, la hora es mayor a la que creías y toca dormir. Te alistas, te acuestas, persigues el sueño… y después de 4 horas te toca levantarte de la cama.

El día siguiente es igual a todos; corre, vuela casi sin tocarte, pero dejando en ti la huella de cada segundo. La oficina te absorbe en su ritmo, un trabajo, otro, la hora de comer, otro trabajo, otro, otro y calculas la hora de salida para llegar a casa y poder dormir, al menos tus 8 horas…

Y así pasan las semanas. Después los meses. De pronto ya no reconoces la fecha, las horas. Todo se ve igual. Tu reflejo parece deslavado, borroso, casi es otro rostro. Y cada día escapa más y más tiempo. Se disuelve. Se diluye. Escapa entre tus dedos sin forma de retenerlo. Y cada partícula de tiempo desertora se une a otra y otras y otras. A ese monstruo deforme que te persigue, que te acosa, que te tortura. En cada silencio, en la oscuridad, en tu sagrada soledad aparece y te somete y te retuerce. El monstruo te devora, se alimenta de ti, un trozo hoy, otro mañana. Sabes que no puedes esconderte, que no hay lugar donde no llegue por ti. El monstruo que tú creaste, que surgió de ti. Y el tiempo sigue pasando, corriendo, abandonándote…………

Me llamo Francisco Espinosa. Tengo 34 años. Y estoy cansado.

Muy cansado………….

Suerte y hasta pronto.