miércoles, 15 de abril de 2009

ESPEJITO, ESPEJITO.


Hoy al espejo le dio por contarme cuentos.

Cuentos que se parecen tanto a otros cuentos que ya había escuchado antes, pero con personajes diferentes.

Cuentos con olor a nostalgia y a esperanza. A sueños y a derrotas. A sudor y frío.

Cuentos sin moraleja, sin antagonistas, sin tres actos. Con pasión, con motivación, con ciego abandono.

Cuentos que saben a sexo húmedo, a piel sensible, a lágrimas secas.

Cuentos de superhéroes y cicatrices infantiles. De bufones y curiosidades adolescentes. De villanos y destrozos madurados.

Cuentos que se sienten en la piel como un beso profundo, como una caricia suave, como una mano pegada a otro cuerpo del que no se puede despegar.

Cuentos mutantes, cambiantes, moldeables. Épicas fársicas. Tragedias épicas. Farsas trágicas.

Cuentos con imágenes de siluetas desnudas, de ojos que brillan, de sonrisas que salvan.

Cuentos que cambian vidas, que rompen cimientos, que se vuelven, una y otra vez, escándalos.

Cuentos que escuché atento, soñando sin dormir, hasta que el silencio llegó. Y ahí, en mi reflejo, encontré la huella de tu paso por mi casa.

Gracias espejo, por tan maravilloso sueño.

Suerte y hasta pronto.

Francisco Espinosa.

jueves, 9 de abril de 2009

EL PESO DE LA LABOR INÚTIL.

Hay dos deberes, digamos, cotidianos que detesto realizar; cortarme las uñas, en particular las de los pies, y rasurarme. Sé que son tareas de higiene personal y que son importantes para el aseo y la buena apariencia… pero de verdad puedo llegar a odiar los días en que me toca hacer cualquiera de las dos.

No se confundan, en materia de limpieza disfruto las actividades usuales tanto o más que todo el mundo. Sé que el cuidado propio es una forma de consentirse y que hay quien convierte estas actividades en ejercicios sensuales y voluptuosos. Pero es que todo otro acto de higiene tiene un sentido, como yo lo veo, más profundo y con fines definidos que las dos labores que expongo, para mí, carecen. Me molesta el tiempo que les invierto y me roban por poco que sea, resiento las preparaciones para su ejecución y odio que sin importar cuanto haya pasado, el momento de volver a repetirlo aparece siempre demasiado pronto. Pero en fin; ese momento llega, se realiza y no queda más que esperar que lo que acabas de cortar vuelva a crecer para repetir, una y otra vez, hasta el delirio, la misma actividad desgastante.

Es probable que en el caso de la rasurada, mi rencor se deba a que nunca he tenido el suficiente vello facial. Rasurarme diario, como para acostumbrarme a su práctica constante, sólo me dejaría los amplios cachetes rojos y tasajeados, como ya me quedan tras rasurarme una vez a la semana (lo he intentado dos veces a la semana, y sólo logro quedar con más cortes de los usuales, por alguna razón). Y sin embargo los pelillos insistentes crecen, en lugares sí en lugares no, por mis mejillas y cuello, hasta quedar sólo como pequeñas astillas que salen de mi rostro y que lijan al tocarlas… pero nunca crecen más allá de eso. Es molesto y desagradable, casi tanto como esperar la apertura de los poros por el agua caliente, cubrir más de la mitad de mi rostro con espuma, supuestamente refrescante, y pasar la navaja una y otra vez (porque esos malditos pelillos se rehúsan a ser cortados de una sola pasada) hasta que en uno u otro lugar sale una gotilla de sangre y la piel se irrita.

Del cortar de uñas no hablaré por aquellos lectores despistados que caigan por acá y no estén acostumbrados a mis asquerosas descripciones.

Sin duda habrá alguna finalidad práctica para ambas labores, pero yo no puedo verlas, quizá por mis particulares cualidades, pero esta pelea insensata contra la naturaleza, contra el cuerpo mismo, me parece delirante. Se dice que uno de los síntomas de la locura es la repetición obsesiva de una actividad esperando un resultado distinto. ¿Y no es una locura cortar trozos de uno esperando quizá, que dejen de crecer? Como si se quisiera que el cuerpo se detuviera, dejara de desarrollarse, detuviera el tiempo y tuviéramos que olvidar la mutilación metódica y lenta a la que nos sometemos cada cuando. Y sin embargo nos dejamos llevar y marcamos el paso lento de los días seccionando incansablemente, en una labor inútil que se repite y se repite y se repite y se repite y se repite… quizá sin saber muy bien por qué.

A finales de marzo del 2006 se abrió este blog, dejando algunos escritos que algunos leyeron y quizá recuerdan, muchas canciones, algunas quejas e ideas tiradas al éter del ciberespacio en búsqueda de voces u ojos afines. Quedaron en el pasado un largo y tedioso escrito sobre lo que yo considero como el género de luchadores, sobre el fin del 2006 y mi rencor en su contra, sobre amar a Laura y después follarla perversamente, sobre sueño y dolores, sobre programas de radio y mujeres, sobre noches y escándalos, hasta que a mediados del año pasado decidí cerrarlo y borrar con ello más de dos años de una pequeña historia. Muchos de esos escritos se perdieron y otros están ocupando memoria en mi ordenador, y ahí se quedarán. Volví a abrir el blog porque… no, todavía no sé por qué.

Escribo a estas alturas por compulsión, por no olvidarme, por no renunciarme, por no morirme. Y ni siquiera escribo lo que quisiera escribir, lo que podría, lo que debería, lo que amo. Sólo escribo para ver si así desaparece este molesto chirriar de engranes oxidados dentro de mi cabeza.

Dicen, también, que el ser humano es el único animal que se tropieza dos veces con la misma piedra, condescendientemente, como si hubiera alguna opción. ¿Se puede esperar más de un animal que dedica tiempo de su vida en mutilar partes de su cuerpo que seguirán creciendo una y otra vez hasta que muera? Quizá es que no hay opciones, quizá es que es lo único que sabemos hacer, quizá no queda otra más que pelear ciega y desquiciadamente contra la naturaleza, contra el tiempo, contra el olvido, contra el destino, contra la puta vida y esperar ganar, al menos una vez.

Después de casi un año se escribe algo en este blog, sufriéndolo, doliéndolo, odiándolo, con el peso de la labor inútil estampando cada letra en su lugar. Porque para esto tampoco encuentro ya un sentido más profundo y ni con fines definidos que pelear batallas perdidas contra el olvido de mi mismo.



DEATH CAB FOR CUTIE - EXPO '86.

Sometimes I think this cycle never ends.
We slide from top to bottom and we turn and climb again,
and it seems by the time that I have figured what it's worth
the squeaking of our skin against the steel has gotten worse.

But if I move my place in line I'll lose.
And I have waited, the anticipation's got me glued.

I am waiting for something to go wrong.
I am waiting for familiar resolve.

Sometimes it seems that I don't have the skills to recollect:
The twists and turns of plots that took us from lovers to friends.
I'm thinking I should take that volume back up off the shelf
and crack it's weary spine and read to help remind myself.

But if I move my place in line I'll lose.
And I have waited, the anticipation's got me glued.

I am waiting for something to go wrong.
I am waiting for familiar resolve.
I am waiting for another repeat,
another diet fed by crippling defeat,
and I am waiting for that sense of relief.
I am waiting for you to flee the scene,
as if you held in your hand the smoking gun
and on the floor lay the one you said you loved.

And it's strange;
they are basically the same
so I don't ask names anymore.

Sometimes I think this cycle never ends.
We slide from top to bottom and we turn and climb again,
and it seems by the time that I have figured what it's worth
the squeaking of our skin against the steel has gotten worse.

‘Ora en español, pa’ que no digan:

Algunas veces creo que este lapso nunca termina.
Nos deslizamos de la cima al fondo y regresamos y subimos otra vez,
y parece que para cuando descubrimos lo que es valioso
el rechinido de nuestra piel contra el acero está peor.

Pero si me muevo mi lugar en la fila perderé,
Y ya he esperado, la anticipación me tiene pegado.

Estoy esperando que algo vaya mal.
Estoy esperando la resolución habitual.

A veces parece que no tengo la habilidad de evocar:
Los giros y las vueltas de la trama que nos llevaron de ser amantes a amigos.
Pienso que debería volver a tomar ese volumen del librero
y crujir su gastado lomo y leer para ayudarme a recordar.

Pero si me muevo mi lugar en la fila perderé,
Y ya he esperado, la anticipación me tiene pegado.

Estoy esperando que algo vaya mal.
Estoy esperando la resolución habitual.
Estoy esperando por otra repetición,
otra dieta alimentada por mutilante derrota
y estoy esperando por esa sensación de alivio.
Estoy esperando que abandones la escena
como si tuvieras en tu mano el arma humeante
y en el piso yaciera aquel al que decías amar.

Y es extraño;
son básicamente el mismo
así que ya no pregunto nombres.

Algunas veces creo que este lapso nunca termina.
Nos deslizamos de la cima al fondo y regresamos y subimos otra vez,
y parece que para cuando descubrimos lo que es valioso
el rechinido de nuestra piel contra el acero está peor.

Suerte y hasta pronto.

Francisco Espinosa.